jueves, 9 de julio de 2009

Crónica 18: Australia

How are you doing guys? Volvemos tras un intenso mes recorriendo tierras australianas. Al principio, antes de venir a Australia, nuestro plan era comprar una furgoneta donde poder hacer vida, recorrer alguna parte del país y luego venderla como hicimos con Ernie. Después, tras conocer a Grant y a Naomi en Brasil, estuvimos pensando en trabajar primero y viajar después. Esto último implicaba solicitar un visado de trabajo, casi imposible con tan escaso margen de tiempo, o trabajar sin permiso en cualquier cosa, algo factible y practicado por turistas de paso.Al final, ni lo uno ni lo otro, pues decidimos cambiar sustancialmente nuestra forma de viajar y pasarnos a un modo más económico, limpio y saludable: la bicicleta. Estábamos cansados del bus y del coche y queríamos llegar a sitios menos accesibles. Sin duda íbamos a ver "menos" en igual tiempo, pero ganaríamos en intensidad.Así que, tomada la decisión, planeamos comprar bicis y equipo en Sidney y poner rumbo hacia el norte por la costa este hasta la llegada del hermano de David, Pablo, y Laura con los que continuaríamos el viaje. Pensamos que Australia sería un buen inicio para probar el nuevo, para nosotros, medio de transporte.Unos planes que tuvimos retrasar unos días, ya que en el vuelo a Sidney David empezó a presentar síntomas de gripe. La porcina pululaba en el aire y en nuestros pensamientos. Pasamos el termosensor del aeropuerto a golpe de paracetamol, superamos los estrictísimos controles aduaneros provistos de perros especializados en frutas y verduras (qué terror de trabajo para un can!) y ya estábamos en Sidney. (Nota: ni se os ocurra tomar una foto de las máquinas en la zona de cuarentena por muy aburridos que estéis haciendo cola. María tuvo la idea y segundos después fue rodeada por tres guardas pidiéndole que la borrara, la multa puede ascender a 600 euros). Poco pudimos hacer los tres primeros días, pues David seguía griposo. Tras ir al médico y seguir con fiebre, optamos por acudir al hospital para descartar una gripe A. De camino, el taxista cambió la cara y la velocidad cuando, al interesarse por nosotros, le explicamos nuestros miedos.Al final, todo bien, ni porcina ni naa, una gripe de cuatro días. No queríamos alargar nuestra estancia en Sidney, nuestro bolsillo lo estaba sufriendo. Tras mirar varias tiendas, Internet, y consultar a otros cicloturistas, compramos lo necesario: bicis, alforjas, alguna herramienta para ir tirando y marcamos fecha de salida para dos días después. En ese tiempo visitamos la ciudad: empezamos paseando por los Jardines Botánicos donde vimos cacatúas, una de las tantas aves, para nosotros exótica, que nos acompañarían el resto del mes. Desde los jardines se obtiene una magnífica vista de los dos iconos más representativos de la urbe: la Ópera y el Puente del Puerto.Esa noche quedamos con Rachel, una amiga de Juan, el hermano de María, de cuando estuvo en Australia. Nos enseñó su tienda de ropa con telas ecológicas y, tras contarle nuestra intención de recorrer la costa este en bici, nos ayudó a trazar una ruta señalando los lugares más interesantes, pues conocía la zona muy bien.
Al día siguiente nos esperaba un sorpresón. Los amigos de David, a modo de regalo de cumpleanios, nos enviaron un vale para escalar al Puente del puerto. Tuvimos un día soleado y, a pesar del vértigo inicial, disfrutamos de las espectaculares vistas de pájaro de la ciudad, la Ópera, las Blue Mountains y el océano.Hubiéramos querido quedarnos más tiempo en Sidney. Se trata de una ciudad llena de vida y sitios interesantes, aunque cara, a pesar de alojarnos en Kings Cross, un barrio más asequible y atractivo, pues reune una amalgama de las culturas que han ido inmigrando a Australia.Al día siguiente, expectantes y un pelín nerviosos, cambiamos las mochilas por alforjas y empezamos a pedalear. Ese día sólo hicimos 40 kilómetros hasta el pueblo de Hornsby, a las afueras de Sidney. Queríamos ahorrar al máximo en alojamiento siempre que fuera posible, así que empezamos acampando junto a un campo de rugby aparentemente vacío. A eso de las 10 de la noche unas voces nos despertaron. Parecían borrachos y, como no, al más puro estilo "divertirse a costa de molestar al resto", costumbre importada de la reciente inmigración inglesa, vinieron a zarandear la tienda. Por suerte, no tardaron mucho en irse, pero nos hicieron pensar en cambiar la tienda a un color más discreto y en buscar sitios más escondidos en un futuro.Los siguientes dos días pedaleamos hasta Newcastle evitando la Pacific Highway, la autovía principal que recorre la costa este. La entrada a Newcastle (foto izda) fue una auténtica delicia: 20 kilómetros de carril bici por antigua vía de ferrocarril, sol, plano y el viento a favor. Entramos viendo sus edificios de ladrillo rojo, señal de su legado industrial y que contrasta con las habituales construcciones en madera. Fue un importante asentamiento de ex-presidiarios traídos de Inglaterra y, que al igual que su hermano mayor inglés, es rica en carbón.Cruzamos en ferry la desembocadura del río Hunter hasta Stockton. Desde ahí continuamos bordeando la costa pasando por localidades bastante vacías alimentadas por el turismo veraniego hasta llegar a Nelson Bay, desde donde, con otro barco, llegamos a Tea Gardens. Era de noche y queríamos continuar con la acampada libre. Preguntamos en un puesto de bomberos por un lugar donde montar la tienda. Nos indicaron un camping abandonado a 5 kilómetros del pueblo. Sin pensarlo mucho, colocamos las luces y pedaleamos en la oscuridad hasta que llegamos al lugar. Abrimos una verja y nos adentramos por el bosque en busca de un sitio. Mientras avanzábamos, comenzamos a oler a madera quemada. Un minuto después estábamos envueltos en humo y polvo. Vimos tres focos. Un tanto asustados gritamos "hello" y preguntamos si había alguien controlando el fuego, pero nada. Había viento y pensando que se trataba de un incendio-a nuestra memoria vino el incendio de principio de año en Victoria, al sur- salimos escopetados para avisar a los bomberos. Mientras volvíamos, nos empezábamos a imaginar en los periódicos locales del día siguiente. Cuando por fin llegamos al puesto y contamos lo visto con preocupación y sin recuperar aliento, los bomberos se miraron y ni se inmutaron. Se limitaron a explicarnos que se trataría de una quema de rastrojos y matorral. Un tanto decepcionados y agotados por los 12 kilómetros suplementarios, buscamos el camping más cercano.Seguimos explorando caminos alternativos hacia el norte. Uno de ellos, cruzaba uno de los numerosos parques nacionales del estado de Nueva Gales del Sur: Myall Lakes. Nada más empezar a pedalear por los 30 kilómetros de pista de tierra de color ocre y por bosques de eucaliptos, nos cruzamos con un dingoo. Un perro salvaje originario de Australia, pero más frecuente en el Outback (interior del país). Lo peor de ese día fue tener que arrastrar las bicis por un tramo de 3 kilómetros de arenas gris, consecuencia de la actividad minera entre las décadas de los 50 y 70 que tuvo lugar en el parque. Australia es un país muy rico en recursos mineros: posee mucho cobre, ha tenido varias fiebres del oro, produce el 70% del uranio mundial. Nos contó un antiguo trabajador que el titanio utilizado por la NASA en su misión a la luna tenía su origen en Myall Lakes. Acampamos en el parque y llegamos a Seal Rocks (ver foto), que esconde playas de gran belleza, atrae tanto a surfistas como pescadores y donde avistamos a un grupo de ballenas jorobadas desde la playa. Hasta noviembre migran hacia el norte. Ahí también conocimos a los "kookaburra", un pájaro regordete y feúcho que hace las de gallo al amanecer con un canto ensordecedor y que es capaz de robar comida al mínimo descuido.Nuestro próximo destino seria Taree, ciudad en la que acabamos pasando un día más cuando a David se le metió un cuerpo extraño en el ojo que precisó la intervención de un óptico primero y un oftalmólogo después. En Taree empezaron las lluvias que no cesarían durante toda la semana, algo poco habitual ya que el invierno suele ser la estación seca del año. Fue un día muy lluvioso y caladas hasta el tuétano llegamos a Diamond Head, un camping ubicado junto a la playa, muy codiciado en verano. Junto a nuestra tienda se apostó una familia de Kanguros grises, uno de ellos tenía el kangurito en el saco. Además de kanguros, vimos wallabies, una versión más pequeña pero con pelo más oscuro. Son tranquilos desde la distancia, pero María recibió un gruñido de uno de ellos al acercarse más de la cuenta. No quisimos probar si de verdad boxeaban como cuenta la leyenda.De ahí continuamos a Port Macquaire. Llegamos al atardecer otra vez calados. Un coche se paró bajo la lluvia y, al vernos, su conductor nos invitó a su casa. Estuvimos dos días con los Freemans. Dormir en colchón y la ducha caliente nos sentaron como una bendición; lo mejor fue pasar un par de días con una familia australiana. El segundo día visitamos la ciudad que había perdido dos playas en una de las tormentas, prepararon una barbacoa, deporte nacional que practican con gran arte, para celebrar el cumpleanios de una sobrina. La mayoría de australianos que hemos conocido son bastante viajeros. Dicen que es por lo remota que se encuentra Australia del resto del mundo.Seguía lloviendo, pero continuamos hasta Scotts Head. Esa noche cayó el gran diluvio. La tienda aguantó, pero nos despertamos en medio de un gran charco. Tardamos dos horas en secarlo todo.De la costa nos dirigimos hacia el interior llegando al pueblo de Bowraville. Nos pareció desangelado en un inicio. El dueño del pub donde nos hospedamos esa noche nos explicó claramente a qué se debía el aire decadente que habíamos percibido a nuestra entrada. Al preguntarle de qué vivía la gente, nos respondió: -Del desempleo-. A pesar de los visibles problemas, se trata de un pueblo que aún guarda el encanto de su época dorada cuando vivía de las vaquerías y los aserraderos. Lo mejor: su teatro restaurado de principios de siglo XX. Todo el mundo nos dice que Australia es un país joven en el que apenas se encuentran edificios con más 100 años, sin embargo, no resulta tan joven si se tiene en cuenta que se estima, según nos contaron, que los aborígenes han estado aquí 60.000 años.Desde Bowraville, recomendados por Juan, queríamos ir a Bellingen atajando por un bosque, pero las inundaciones se habían llevado dos puentes que hacían intransitable esa vía. Bellingen, o Bello para los locales, es un pueblo feliz ubicado entre la meseta y la costa, rodeado de pastos y escondido entre frondosos bosques. Se respira un ambiente sano y tranquilo, a la vez que dinámico y creativo, se estila ir descalzo y hay más vida en el museo que en la comisaria. Pasamos un par de días con Sacha y Gul, que al igual que muchos vecinos, apostaban por vivir de forma sostenible. Desde Bellingen decidimos ascender a Dorrigo, en la meseta, para visitar un bosque subtropical. Todo el mundo nos desaconsejó subir en bici. Aun así, decidimos probar. Fueron 13 kilómetros de subida constante que tardamos 2 horas en cubrir. A medida que ganábamos altura iban mejorando las vistas sobre el valle. Ese día acampamos en una especie de casa rural a la australiana junto a las Dangar Falls, unas cataratas de origen volcánico. Visitamos el bosque subtropical, un buen lugar para imaginarse el aspecto que presentaba toda la zona antes de la llegada de los ingleses. ¡Y nosotros que pensábamos que Australia era siempre seca y calurosa!Por la noche conocimos a un grupo de 20 amigos que habían alquilado la casa para celebrar Christmas in July. Nos invitaron a cenar y nos contaron que todos los años solían reunirse en julio para festejar las Navidades en un clima frío, a la vera de una chimenea y con comida caliente, al estilo europeo. Nos propusieron que nos quedáramos una noche más, pero declinamos pues al día siguiente habíamos quedado con Clare, una amiga de Rachel que vivía en Bundagen, lugar que más tarde visitaríamos, en el mercado de Bello. Recogimos el campamento, nos despedimos y gozamos de la bajada de vuelta dejando las zapatas de los frenos tiritando.Nada más llegar al mercado de Bello, Nic, un chico que trabajaba en el ayuntamiento con temas de medio ambiente, se nos acercó y nos invitó a su casa. Él también es cicloturista y quería dar la vuelta a Australia en un par de años con su novia. Intercambiamos experiencias, aprendimos alguna receta al curry y nos ensenó cosas básicas de la bici, pues aun somos novatos en temas de mecánica.Pasamos dos días atrapados en Bellingen antes de ir a Bundagen, una comunidad ubicada en el Parque Nacional de Bongil Bongil junto a la playa que funciona a modo de cooperativa. Acampamos junto a la casa de Clare, que se encargó de enseñarnos cada recoveco, las casas, los lugares comunes y contarnos el funcionamiento. Todas las casas son 100% autosuficientes en el suministro de agua y energía. Coincidimos con el día de la semana en el que organizan una comida para visitantes. Ese día hubo unas deliciosas lentejas que nos recordaron a las de casa. Más tarde supimos que la autora había sido Teresa, una santanderina que había echado raíces en Bundagen. Nos sentimos muy a gusto y nos dimos cuenta que es posible vivir de forma sostenible con el medio ambiente. Al salir de Bundagen tuvimos nuestro primer pinchazo seguido de un problema con el cuentakilómetros que nos retrasó bastante y sólo hicimos 40 kilómetros hasta Coffs Harbour, donde aprovechamos para comprar una tienda de "camuflaje". La amarilla chillona tenía dos cremalleras rotas y empezábamos a temer que alguna serpiente buscara el calor de nuestros sacos. En Grafton, siguiente ciudad, decidimos volver a la costa y aceptar la invitación de Matt, un amigo de Rachel, a pasar el fin de semana con el para conocer Angourie. De camino atravesamos extensos campos de caña de azúcar vadeando el río Clarence, cuya anchura nos recordaba al Amazonas. En Australia está todo sobredimensionado: el país, los camiones, la quema de rastrojos,las distancias entre pueblos, etc. Hemos cruzado creeks (arroyos) tan anchos como la Ría. Llegamos de noche a Angourie. Matt, de Melbourne, había decidido instalarse ahí cautivado por la tranquilidad y belleza del lugar. Nos enseñó las playas salvajes pobladas de surfistas e incluso nos animamos a acompañarle a una sesión de yoga en el club de surf de Yamba (pueblo vecino) que presumía de ser uno de los más antiguos de Australia.El domingo fuimos los tres a comer a la recién terminada casa de Rachel en Federal, al norte, donde nos deleitaron con una exquisita comida y buen vino. Regresamos y temprano salimos con destino a Byron Bay, nuestra última etapa ciclista en Australia. De camino, pasamos por un pueblo minúsculo llamado Whiporie donde notamos el frío del interior, menos mal que pudimos hacer fuego. Yendo a Lismore, David se encontró 20 dólares australianos (12 euros al cambio) en el arcén, el precio del camping para dos personas. Sorprende la de cosas que uno puede encontrar en el arcén. Además del dinero, encontramos una toalla, un sombrero impermeable y un móvil con tarjeta.Siguiendo las indicaciones del dueño del camping, decidimos hacer la ultima etapa atravesando el Hinterland (meseta). Entre chaparrones pasamos por extensos y escarpados campos de frutales y árboles de macadamia. Tras tres horas de pedaleo, vimos que nuestro mapa no coincidía con las señales que nos íbamos encontrando. Preguntamos a una señora que por suerte llevaba un mapa en el coche, le sacamos un par de fotos y seguimos ruta. En un café, un ciclista nos dijo que era imposible llegar a Byron desde ahí antes del anochecer. Quizá fueron esos ánimos los que nos hicieron pedalear sin parar llegando a Byron con los últimos rayos del sol. Después de 1326 kilómetros llegábamos a nuestro destino. Aquí en Byron, estamos esperando a Pablo y Laura. Juntos seguiremos la ruta por la costa este hasta llegar a Cairns, ahora en autocaravana.

¡Australia continuara!
Un abrazo,

David y María

6 comentarios:

Silvia Maiz dijo...

Buenas....vuestras peripecias por Australia bien podrían llamarse Ciclyng Matilda ¿eh? Me imagino que la canción te vendría a la cabeza en el transcurso de tanto pedaleo.

Como se nota que sois de Bilbao; aquí unos locos con el Tour de France y vosotros os cascais el tour de Australia.

Ya veo que estás perfeccionando tu faceta de "jeta-gorronis profesionalis" y os estáis ahorrando dolares austrilianos en alojamientos. Eso sí que va ser sostenible para vuestras carteras.

Precioso reportaje y nos pones los dientes largos por la naturaleza que habéis visto.

Bueno cuidaros mucho y pasádlo muy bien con Pablo y Laura.

Un abrazo de los tres.

Edu

Paips dijo...

MUY BUENA!!! MUY BUENA!!!

Q grandes sois! No dejais de sorprenderme!!! Ciclisteros pofesionales!!!!

Seguid asi campeones!!!! Y cuidadin con los canguros q tienen mala leche!!!

Besitos

Los 5 alcobendenses dijo...

Menudos Amstrongs estais hechos!

A la vuelta si todavía os quedan ganas de bici, os invito a acompañarme por las rutas que hacemos al Pardo, Guadalix, y Colmenar.

Acordaos de tararear bien la cancion de "verano azul" o quizas allá la conozcan por "blue summer"
Es imprescindible para generar buen ambiente.

Por si no lo sabeis, en agosto seremos nosotros los "okupas" que nos pasaremos una semanita por Castro.

Seguid disfrutando de tan apasionante viaje!!!

Besos y Abrazos x 5.

Olatz dijo...

Guapisimos !!!!
Que guay lo de la bici... la verdad es que es otra forma de viajar muy diferente...
Aquí estamos en pleno verano, con temperaturas historicas. Pero como ya llegan las vacaciones, se lleva mejor.
Nosotros la semana que viene nos vamos a cruzar el charco...
A la vuelta os escribiremos...
En Cantabria se os echo de menos. Pero que ilusión lo de la llamada...
Un abrazo y un muxu para los dos.
Ibon eta Olatz

David y María dijo...

Edu!

Lo bueno de pedalear es que tienes mucho tiempo para pensar, charlar y observar, menos en las cuestas!
Me quede con ganas de conocer la historia de la cancion o de oirla en algun sitio.
Que mas quisieramos tour de Australia, aqui la gente tarda un anio en recorrerselo. Nosotros hemos hecho unos centimentros del mapa! Ahora estamos con la cronica de la visita de Pablo y Laura, pronto publicamos.
Un beso muy fuerte a los 4! ;)
Vas al de Bruce, no?
Haz un video con Burn to Run!

Paips!
Ya iremos contando mas...la bici resulta adictiva! Ya sabes, como la vela! Esperemos estes bien y que vaya bien la recup!
Un abrazo de los 2!

Alcobendenses!

En Castro tenemos tres bicis en el trastero, asi que no teneis excusa para no hacer alguna excursion por lsa preciosas tierras cantabras! jeje. Te tomo la palabra y un dia me llevas a Guadalix!Seguro que conducen mejor que en Australia, que son un poco brutops al volante!
Pasadlo muy bien en Castro!
Un beso


What's up pareja?
Os vais en nada, no? Una pena Olatz que se cortara el internet.
En fin, ya vi las fotos, muy chulas! Espero que lo paseis muy bien y mandad cronica y fotos!
Saludad a Yogi y a Bubu!
Muxus de los 2

David y Maria

Anónimo dijo...

En Castro tenemos tres bicis en el trastero, asi que no teneis excusa para no hacer alguna excursion por lsa preciosas tierras cantabras! jeje. Te tomo la palabra y un dia me llevas a Guadalix!Seguro que conducen mejor que en Australia, que son un poco brutops al volante!
Pasadlo muy bien en Castro!
Un beso fundacion-ecos.org/biografia-de-kai-exo/