martes, 9 de febrero de 2010

Crónica 30: Pedaleando por Oman y Emiratos

Itinerario recorrido por Oman y Emiratos

En esta crónica os narraremos nuestro breve paso por los países de Omán y Emiratos Árabes. En un inicio teníamos pensado llegar a Irán cruzando Pakistán de este a oeste. Esto implicaba llevar escolta en las zonas en las que queríamos pedalear. Preguntamos en embajadas, foros, y a otros cicloviajeros, y todos coincidían en que iba a ser mejor evitar Pakistán en ese momento, por lo que decidimos volar a Moscate, capital de Omán.

Mutrah al atardecer

Nada más salir del avión y pisar tierra sentimos que Omán era la antítesis de India; olía a perfume, todo estaba limpio, había flores en cada esquina y se respiraba aire fresco. Era el sitio perfecto para retomar la bici. Ése era el contraste positivo; el negativo era que los precios se acercaban a los europeos y sólo la noche de hotel en el que nos alojamos para dar la bienvenida al 2010 ubicado en Mutrah nos costaba lo mismo que el presupuesto diario en India. Por fortuna llegábamos en invierno y la sensación era la de un verano mediterráneo: noches frescas y días cálidos.

En estos países dominados por desiertos un día de verano llega tranquilamente a los 50 grados. Danilo, el brasileño que conocimos en Nepal, atravesó el país pedaleando por la noche por lo insoportable del calor.

Ideas para la puerta de casa

Mutrah, cercano a Moscate, es un barrio tranquilo que vive del puerto y de su centenario mercado ahora convertido en bazar con tiendas orientadas al turismo de cruceros que recala en la capital.
Omán, al ser un país musulmán, no celebra la Nochevieja, sino que sigue un calendario lunar para marcar el cambio de año que cada vez cae en un día diferente. Aun así, siendo Moscate la capital, había discotecas que organizaban cotillones. A modo de celebración cenamos un swerma, un kebab de los de allá-en Omán si utilizas la palabra kebab, te sacan un pincho moruno- y fuimos en taxi a la discoteca a ver el ambiente.

Al rico shwerma

La discoteca cerraba en dos horas y nos pedían 40 euros por entrada y copa. Ni hablar. Preferimos comprar otro shwerma, pasear por el paseo marítimo donde la alta sociedad de Moscate exhibía sus cochazos y acabamos charlando con un grupo de paquistaníes que mataban las horas. Nos hablaron de su vida en Omán.

Dos paquistanies en el descanso

Como otros muchos inmigrantes de India, Filipinas y África habían venido a los acaudalados países del Golfo a suplir la imperiosa necesidad de mano de obra en la construcción y restauración. Nos contaban que en Omán disfrutaban de calidad de vida, pero hablaban con añoranza de su tierra. Ese día, también echamos de menos la nuestra.
Al día siguiente, un detalle que nos cautivó paseando por las calles de Mutrah fue el aroma dulce procedente de las aballas (túnicas negras que utilizan las mujeres) y que perfuman en casa con bukur (incienso). Los hombres visten de blanco con un dishdash y van tocados de un kurpan o turbante Omaní. El vestir, como veríamos mas adelante, es algo que distingue procedencia.

Vestidos tipicos

Antes de reanudar el pedaleo pensamos, a pesar de estar en invierno, hacernos unos trajes "frescos" para llevar mejor el calor durante el día. Así que compramos unos metros de algodón y encargamos a un sastre indio que nos confeccionara unos conjuntos, pensábamos nosotros apropiados. Lo que desconocíamos era el efecto que iba tener el primer día. De estreno pedaleamos hasta el Casco Histórico de Móscate en el que destacan los fuertes que flanquean la soberbia y colorida residencia del Sultán Qaboos, máxima autoridad del país, y las casas blancas de un solo piso.

Uno de los palacios del Sultan Qaboos

Ahí ya empezamos a notar que la gente nos miraba extrañados, y que a David todos los paquistaníes le saludaban con efusión. Un tanto "moscas" dejamos Mutrah por una autovía en la que los coches no bajaban de 120 km/h y pasamos por los arcos típicos que marcan la entrada en las grandes ciudades.

Entrada tipica a las ciudades en Oman (Sohar)

En ese momento vimos un coche parado en el arcén que nos esperaba. Nos detuvimos y del coche salió un hombre que se presentó como periodista de un periódico de tirada nacional. Tras hacernos una entrevista en el interior del coche, nos confesó que al vernos vestidos así, había pensado que María era la turista occidental que tenia por guía a un pakistaní, David. Estas son las pintas que llevabamos!

Maria con su guia pakistani

Ahí entendimos las miradas y el hecho de que a partir de ahora la vestimenta determina nacionalidad y rol social. A la primera de cambio, David se cambió de ropa, pues no aguantaba las miradas. Esa noche no avanzamos mucho y, tras preguntar, montamos campamento en la primera playa que vimos. Acampar en Omán es muy seguro y la gente es muy discreta. Eso sí, hay que elegir bien el sitio, pues esa noche un hombre, que decía ser de seguridad, nos despertó a las 2 de la mañana para hacernos un interrogatorio.

Acampando en Oman, la gente nos ofrecia su terreno

En los dos días siguientes seguimos la carretera de la playa, a veces de arena, que conecta pueblitos pesqueros en los que se veía un Omán muy diferente al conocido en la ciudad. Pueblos tranquilos que vivían de la pesca y pastoreo, con calles de arena batida, casas blancas y una mezquita dominando.


A partir de ahí empezamos también a conocer de cerca la hospitalidad que caracteriza a los países musulmanes. Descansando en una gasolinera se nos acerco Khalid, un omaní cuyo padre vino de Irán a luchar en la guerra entre Omán y su vecino Yemen. Tras narrarnos con todo lujo de detalles su boda concertada con una chica de Baluchistan-region de Irán y Pakistán- nos invitó a comer y nos puso al día sobre Omán: el sultán, además de ser una de las personas más ricas del Golfo Pérsico, ostenta todo el poder y no existe democracia como tal.

Con Khalid

El segundo día pedaleábamos cuando un coche se paró a nuestro par y Zaid, con ojos vivarachos, sonrisa franca y buen inglés, tras las formalidades, nos propuso que fuéramos a su pueblo. Declinamos pues íbamos retrasados con nuestros planes, pero luego cambiamos de parecer y les dimos alcance. Nos condujeron hasta el pueblo de Sawadi, a 12km de nuestra ruta. El grupo de amigos de Zaid estaba compuesto por Magid, Michel, Omar y Etham. Esa noche organizaron una barbacoa. Hacer fuego con papel o palitos es algo de cobardes. La tradición es utilizar un litro de gasolina, que para algo está a 35 céntimos de euro; en un minuto los leños habían prendido. Esa noche comimos pollo carbonizado, pero fue una bonita velada en la que les conocimos mejor. Dos de ellos trabajaban en la extracción de petróleo tan abundante en el desierto.

Visitando el fuerte en las islas frente a la playa de Sawadi

Por la mañana nos despertaron con el desayuno: té y unos fideos dulces típicos. Luego nos acompañaron al fuerte que dominaba una de las islas junto a la playa donde estábamos acampados. Además de gozar de las vistas, pudimos ver un bloom de algas de color verde fosforito que brillan por la noche.

Bloom de algas, barco de Simbad el marino al fondo

Nos presentaron a unos amigos beduinos que se dedican a la cría de camellos, que luego entrenan para carreras; un negocio muy lucrativo.

Entrenador de camellos de carreras

David, el Quijote Omani a camello. Foto de arriba con beduinos

Nos enseñaron como se come en Omán: sobre una alfombra y sin cubiertos (menudo cisco montamos).

Comida tipica en Oman, cordero y pollo

Tras la comida, a fumar sisha -pipa de agua-. Estos locales están reservados para el género masculino, como otras muchas cosas de la cultura musulmana, pero con María hicieron una excepción por ser occidental. Aquí se reúnen para fumar mientras ven carreras de camellos.

Con la shisha, Etham, Magid, Michel, Zaid y Omar

Por la noche, vuelta a Moscate a cenar a un centro comercial en el que celebramos por adelantado el cumple de María. Con pena dejamos Sawadi a la mañana siguiente y seguimos rumbo a Sohar.

Con Abdul Rahmin (dcha), un omani que nos regalo un turbante y una tarjeta de movil

Una vez más la hospitalidad de Salim, un tratante de toros de carreras de un pueblo pesquero nos entretuvo y ese día no avanzamos mucho.

Atravesando los pueblos dedicados a la pesca y al pastoreo

Eso sí, nos permitió conocer la vida en el interior de las casas. Nada más entrar en la casa, a David le guiaron al salón para conversar con los hombres y María se unió a las mujeres – madres, hijas, sobrinas, primas, etc… En público las mujeres se muestran recatadas y en un segundo plano, pero en la intimidad son naturales, se interesaron mucho por nosotros y nos agasajaron con comida y regalos.


Maria con mujeres de pueblo pesquero

Salim nos contó preocupado cómo el sultán quiere construir un megacomplejo turístico en el pueblo y trasladarles al interior, acabando así con todo el encanto de la zona.


Continuamos hasta Sohar. De camino el cono de la llanta de David volvió a partirse. El arreglo indio había durado 250km; a pesar de que el de la tienda perjuro que llegaríamos hasta Bilbao. Justo cuando estábamos atando las cuerdas entre las bicis para ir tirando hasta Sohar, apareció Hussein que nos ofreció su ayuda. Nos llevó a una tienda cercana, que a pesar de no tener la pieza nos solucionó el tema poniendo un cono de tornillo, a la antigua. David pasaba de tener nueve piñones a seis. La avería nos sirvió para conocer a la familia que nos enseño el pueblo y las tierras del padre. En este caso, la familia era enorme, pues Hussein era el menor de 25 hermanos.

Caballos arabes

En Sohar decidimos acelerar hasta Sarjah (Emiratos Árabes) para coger el ferry hasta Irán que salía en tres días. Necesitábamos hacer 220km en dos días para evitar las montañas y el tráfico de Dubái. El primer día avanzamos 90km por la costa hasta la frontera. En la aduana nos recibieron muy bien e incluso nos libramos de pagar el visado. Los camioneros paquistanís nos daban sus consejos sobre que rutas tomar hasta Sharjah -suelen ser los más fiables a la hora de preguntar sobre relieves y distancias. Caía la tarde y empezamos a buscar un sitio donde colocar la tienda en la ciudad de Al Fujairah. Seguimos avanzando hasta que nos paró Hassan. Se presentó como el responsable de un centro de Juventud. Nos pidió que fuéramos al centro a hacernos una foto. Suponía volver 4 km y los flamantes coches comenzaban a circular con luces. Con todo, aceptamos pues era una oportunidad para conocer a jóvenes de los Emiratos. Tras la foto, nos enseñaron el modernísimo centro subvencionado por el Jeque de la Región y conocimos a los trabajadores y profesores. Son centros dedicados al deporte y cultura en tiempo extraescolar.

Foto para la revista del Centro de Juventud, Kaba, Emiratos

El jefe del centro nos había dado permiso para poner nuestra tienda en el jardín que parecía un campo de golf, pero Riad, voluntario tunecino con quien rescatamos nuestro francés, insistió en que fuéramos a su casa con su mujer Dalinda y su hija. Salimos a Al Fujairah a cenar y charlamos hasta la madrugada. Nos contaron su viaje de peregrinación a Meca, la tradición e incluso bebimos zam zam, el agua bendita que mana del mismo desierto y que salvo la vida al hijo de Abraham.

Con Riad, Dalinda y Fatima, de Tunez

Por la mañana salimos más tarde de lo previsto y presagiamos una llegada nocturna. Al día siguiente queríamos tomar el ferry, por lo que no nos quedaba otra que pedalear. Tras 15 km, Riad y Dalinda, volvieron a aparecer. Nos traían un corán en castellano, algún libro sobre el islam y un mapa de Emiratos. El terreno que atravesábamos era seco y apenas se veía vegetación.

Atravesando las montanias hacia Dubai

Llueve muy poco. Pues bien, subiendo el único puerto del camino nos cayó una granizada que nos obligo a cambiarnos de ropa. Poco después, Mohamed, egipcio de las fuerzas especiales de Emiratos y entrenador de natación en el centro, decidió escoltarnos 5 km. Nos regalo algunas de sus medallas de sus oros en Maratones Internacionales. Los corría en 2 horas 15! Nuestros presagios se cumplieron y vimos el atardecer en el desierto desde la bici.

Artardecer llegando a Sharjah, al fonde la torre mas alta del mundo, en Dubai

A medida que nos acercábamos a Sharjah empezábamos a ver los rascacielos de la vecina Dubái. Por suerte, el alumbrado y el ancho arcén nos ayudaron a llegar a Sharjah sin problemas. Al igual que en Omán, los coches potentes son el denominador común, y las calles están hechas para ellos y no para las bicis, así que en la entrada nos comimos 10 km de acera discontinua. Encontramos alojamiento en el barrio de los inmigrantes y descansamos. Al día siguiente compramos los billetes de ferry con destino a Bandar Abbas en Irán. El barco zarpaba a las nueve de la noche. Así que aprovechamos la mañana para visitar Dubái, modernísima e impoluta ciudad de negocios construida en mitad de un desierto a base de petrodólares y mano de obra inmigrante.

Bilbao 2012

Cogimos las bicis y salimos escopetados al puerto. Nos costó dar con él. Embarcamos aliviados. Nos ibamos contentos de haber viajado por Oman y Emiratos, paises tranquilos y muy bellos. Lo que no sabíamos era que en Irán las tarjetas de crédito no funcionan por el embargo internacional e íbamos con escasos 200 euros, los de emergencia, en el bolsillo y algunos dírham.

Embarcando en el ferry con destino a Iran...

Un abrazo,

David y Maria

6 comentarios:

Ibon eta Olatz dijo...

Kaixo bikote !
Que bien poder leer otro post vuestro, ya nos teniais en ascuas. Vamos, que estamos enganchados.
Nos ha gustado mucho el viaje por Oman... ademas, hoy con la nevada que nos esta cayendo por estas tierras, nos parece que estamos en planetas muy distintas.
Hoy es Jueves Gordo, es decir, que hoy nos empiezan en Tolosa los Carnavales, por lo que estamos preparando los disfraces.
Tenemos muchas ganas de veros, seguid disfrutando al maximo y un muxu para los dos.

Pablo Ryan dijo...

Hi Smurf & Mary,
Que hospitalaria es la gente en los paises arabes!. Esta bien la foto con el Ninja...
Cuidaos.
Pablo, Laura y X_

Silvia Maiz dijo...

¡Salaam aleikum brother!

Impresionante como siempre. Es increíble lo hospitalarios que son esta gente. Me recuerda al libro Tuareg.

Cuando estéis de vuelta y organiceis una comida típica de Omán seguramente me surgirá alguna historia y no podré ir. A la comida típica de Argentina no tendré problemas.

Esperamos vuestras crónicas desde Irán, que porcierto han capado a gmail, así que no sé si podremos hacer comentarios.

Un abrazo a los dos

Edu

Anónimo dijo...

Hola pichurris:

Ya echaba de menos tener noticias vuestras. Muy buena crónica, as usual. Así me gusta, que os integréis con las gentes locales, comáis de todo y veáis cómo se vive en esos mundos de Dios (o de Alá).

Si pasáis por Barcelona os dejaré plantar la tienda en la terraza y os obsequiaré con el típico "pà amb tomàquet", así como compartir con los locales sus costumbres.

Un beso muy fuerte y hasta pronto,
Laura

Unknown dijo...

Más os leo y más os admiro!

David y María dijo...

Hola a todos!

Muchas gracias por todos los comentarios. Nos dan mucho animo para continuar con las cronicas sobre el viaje.
Un abrazo muy fuerte a todos!
David y Maria
Acabamos de publicar la primera de Iran. Esperemos que os guste.