sábado, 8 de mayo de 2010

C.36:Mesopotamia por el Kurdistán turco

Hola a todos! Retomamos el blog tras un largo silencio radiofónico en el que hemos estado ocupados pedaleando. En las siguientes crónicas os narraremos nuestro paso por Oriente Próximo.
Dejamos atrás el puesto fronterizo de Irak y cruzamos el puente sobre el río Tigris que forma una triple frontera natural entre Turquía, Irak y Siria. De esta forma entrábamos en la región de Mesopotamia, la cuna de las civilizaciones. Al otro lado del puente ondeaba una bandera turca gigante y nos recibía un busto de Ataturk, el fundador de Turquía. Obtuvimos el sello y el visado con gran rapidez a pesar de pillar a todos en medio de la sagrada hora del kebab, y entramos pedaleando ante la curiosa mirada de una interminable cola de camioneros que mataban las horas de espera para entrar en Irak.


Entrada a Kurdistan turco

La modernidad de la frontera contrastaba con el estado decadente de los primeros pueblos: calles embarradas, edificios grises a medio hacer y coches viejos. Enseguida percibimos la tensión entre los dos mundos en conflicto: el kurdo y el turco. Nos pararon en un puesto de control del ejército turco para pedirnos los pasaportes y nos preguntaron de dónde veníamos. -Del Kurdistán iraquí-, respondimos. -No!-, nos corrigió,-venís de Irak y estáis en Turquía-sentenció el soldado. En los primeros kilómetros vimos numerosas trincheras en las colinas con soldados apostados y en la entrada de los pueblos siempre había controles militares fuertemente armados. El primer día pernoctamos en Cizre, una ciudad a 55 kilómetros de la frontera. Desde fuera es fea y no aparenta, pero en un paseo por la parte vieja descubrimos un bonito casco histórico, una madrasa de ladrillo rojo restaurada del siglo XVI y calles llenas de vida.





Paseando por Cizre

De ahí pusimos rumbo hacia Mardin. El primer día de camino paramos en Idil para pasar la noche. No había hostales y nos ofrecieron alojarnos en la que llamaban "Casa de los Profesores". En la mayoría de ciudades y pueblos del Kurdistán existen residencias de profesores, nos contaban, que son destinados a los pueblos a enseñar en turco. Finalmente, optamos por acampar en la estación de bomberos. Cenamos y nos unimos al té de los tres bomberos que estaban de guardia. Uno de ellos, el que más inglés sabía, compartió con nosotros su visión acerca de la situación política. Fiel seguidor del PKK (Partido Obrero del Kurdistán) nos contaba cómo el gobierno turco no reconocía al pueblo kurdo como un pueblo con cultura, historia y lengua propias. Para ellos somos los "turcos de las montañas" nos decía resentido mientras veíamos en la tele un canal pro PKK emitido desde Dinamarca.

De Idil, o Jasaj en kurdo, seguimos hasta la ciudad de Midyat pedaleando por un continuo sube y baja entre campos de trigo en barbecho y pastos pedregosos sólo transitados por pastores que siempre respondían sonrientes a nuestros saludos. A la entrada de Midyat nos sorprendió ver más campanarios que minaretes y nos llegó un intenso olor a incienso. Musulmanes y cristianos comenzaban a mezclarse.
Alineación al centro
Midyat

Como dos gotas de agua

Encontramos un hostal barato con cámaras frigoríficas en lugar de habitaciones en el centro del pueblo y, al día siguiente, tomamos una furgoneta hacia el pueblo de Hassankeyf, 60 kilómetros al norte y ubicado en las orillas del Tigris. Llegamos temprano. Los negocios acababan de abrir. La primera vez que nos hablaron de Hassainkeyf pensamos que nos lo decían en inglés y que se trataba de una cueva, "la cueva de Hassan". No se trata de una cueva, sino de un antiguo pueblo esculpido en una montaña como si de una colmena se tratara. Ascendimos hasta la cima donde sólo quedaban las ruinas de un fuerte y de una mezquita que dominaban el valle. La ciudad continuaba como si de un laberinto se tratara. Había nichos de todos los tamaños y formas, algunos interconectados y aún era posible ver los espacios para los hornos o imaginarse la función de cada estancia. Las cuevas de la parte inferior de la montaña son ahora aprovechadas como almacenes o corrales. A pesar de su espectacular belleza, leímos que el futuro del actual Hassainkeyf, ubicado debajo, depende de un proyecto hidrográfico a gran escala que podría significar su desalojo.
En Hassankeyf con el Tigris al fondo

Cuando salimos del pueblo, los hombres seguían jugando al domino en las tetarías tal y como los habíamos encontrado a nuestra llegada. Esta afición de socializar, practicada principalmente por los hombres, ha sido una estampa repetida en todos los pueblos del Kurdistán por los que hemos pasado. Si no es el juego, cualquier razón es buena para sacar unos taburetes diminutos y una mesita a la que sentarse, tomar el té cargado de azúcar mientras mueven las cuentas del rosario y charlan observando la calle.



Regresamos a Midyat y salimos a pasear por sus empedradas calles. Teníamos hasta curiosidad por entrar en una iglesia después de tanta mezquita. Asistimos a una misa de una iglesia ortodoxa con una liturgia bien diferente a la católica. Salimos antes de la comunión y una señora nos siguió a la puerta para ofrecernos dos hogazas de pan. Aceptamos una y regresamos a nuestra habitación frigorífico del hostal.
Al día siguiente pedaleamos hasta Mardin atravesando campos de trigo y árboles frutales en flor. Ese día nos pilló por sorpresa un final de etapa de montaña nocturno. Juramos en arameo. Era una subida que parecía no terminar nunca. La ascensión iba a merecer el esfuerzo. Mardin, a 1100 metros de altura, es una ciudad construida alrededor de la ladera de una montaña coronada por un castillo que goza de vistas espectaculares sobre la llanura de Mesopotamia. Además de las panorámicas y sus intrincadas calles, el bazar es un autentico laberinto donde aún pueden verse a los artesanos en acción.



Mesopotamia desde Mardin

Bazar en Mardin, Maria tratando de trocar la bici por el burro

De Mardin descendimos a la llanura de Mesopotamia y pusimos rumbo a Sanliurfa. En el camino acampábamos cerca de las gasolineras aprovechando el agua corriente de los baños. En una de las paradas conocimos a Khalil, un joven estudiante que llevaba la barbería en la gasolinera y que al presentarse dejó muy claro que era kurdo y no turco. Volvió a hablarnos de la precaria situación en la que vivían los kurdos en Turquía, de la falta de derechos e incluso nos enseñó las heridas de cuando había sido detenido en una manifestación reciente. Hablaba del PKK como de una guerrilla de liberación del kurdistán.

Con Khalil
Seguimos avanzando hasta la antiquísima ciudad de Sanliurfa . Urfa, abreviado, es un auténtico crisol de culturas donde conviven turcos, kurdos y sirios. Es aquí donde nació el profeta Abraham y donde más tarde murió al ser arrojado, cuenta la leyenda, desde una de las torres del castillo a manos de un rey asirio. Uno de los días subimos a las ruinas de este castillo que dominan la ciudad y desde donde se obtiene una buena panorámica. El segundo paseamos por sus concurridos bazares y preparamos nuestro siguiente destino: Siria.

Vista de Urfa desde el Castillo

Nos lo ponian muy clarito...

Bazar de Urfa, crisol de culturas

Profesor de musica en Madrasa restaurada tocando el kamish
Decidimos intentar un paso fronterizo remoto. El primero de ellos estaba cerrado, así que continuamos hasta el Eufrates, el río que marca el final de Mesopotamia.

El Eufrates a su paso por Birecik
Esa tarde paramos a unirnos a un baile en las fiestas de un pueblo. Hombres y mujeres bailaban en un gran corro cogidos del brazo dando pasos cortos hacia delante y atrás.
Bailes kurdos
Teníamos pensado cruzar ese día a Siria, pero cuando llegamos al paso fronterizo de Karkamis éste ya había cerrado. Fue uno de los días de pedaleo mas bellos: 50 km siguiendo el curso del Eufrates por una comarcal en plena primavera.

A la vera del Eufrates



Nunca es buena idea acampar en un pueblo fronterizo (hay mucho maleante), pero ese día no nos quedó más remedio. Al llegar, un local enseguida nos guió a un campo a las afueras donde poner la tienda. Montamos el chiringo y tras tomar el té con la familia que estaba trabajando ese campo, nos pusimos a cenar. En mitad de la cena volvió el local que nos había servido de guía.

Tomando el té en el campo

Aceptamos su propuesta de ir a dar una vuelta por el pueblo. No sabíamos que ese paseo nos iría a suponer un traslado de campamento. Nos enseñó la frontera con Siria sólo separada por una vía de tren y fuimos a la plaza del pueblo a tomar té. Ahí fue acercándose más gente a interesarse por nosotros. Muchos fruncían el ceño al enterarse de dónde habíamos acampado. Tras un rato discutiendo concluyeron que sería mejor que nos mudáramos a la estación de tren, iba a ser más seguro. Razón: habíamos acampado cerca del camino por dónde pasan todos los coches que van a hacer el botellón a escondidas, sobre todo sirios que pasan la frontera para hincar el codo. Así que, ayudados por los amigos de nuestro guía y con algunos borrachos espontáneos, trasladamos nuestro campamento a las diez de la noche a la bella estación construida por los franceses durante la época colonial. Un grupo de locales se unieron a la expectación del día y, a pesar de estar reventados, aceptamos el café que nos prepararon en mitad de la estación. Hablando sobre Turquía, tenían una visión muy diferente sobre los kurdos a la que estábamos acostumbrados: nos decian que el PKK era un grupo terrorista muy activo. En nuestros 11 dias por el kudistan de Turquía tanto kurdos como turcos nos trataron muy bien en todo momento. Es un lugar muy bonito con escaso turismo y comida muy rica!
Por la mañana nos despertó la bocina del primer tren, recogimos el campamento y pedaleamos los 50 metros que nos separaban de la frontera.

Durmiendo en la estación, la frontera con Siria al fondo

Un abrazo,
David y María

5 comentarios:

Pablo Ryan dijo...

Hi Smurf & Mary,
Bonita cronica.
Por cierto, supongo que os estareis haciendo a la idea de que no os queda nada.
Un abrazo.
Pablo, from England.

Silvia Maiz dijo...

Hola pareja!

Bueno como os estáis poniendo a tés. Por lo menos ya no fumáis las pipas esas de Irán que salían en las fotos de Irán y en la que aparecían todos colocados.

Que curioso la pelirroja. Sería de algún irish que pasó por allí.

En las fotos se nota que están con el autodisparo y te acabas de sentar. jeje. ¿Para que te sirvió tanto grupo de teatro?

Bueno seguid el viaje que ya queda poco.

Un abrazo,

perch dijo...

como se os ocurre iros de botellón para celebar el cumple!!!

besitos

Paips dijo...

De botellón con lo sirios!!!

Ya no os queda nada!!! Esas bicicletas van a motor!!! ja ja ja.

Animo ciclisteros!!!

Anónimo dijo...

Es muy amena la narración del viaje.E ilustrativa.Las fotos son espectaculares, me han encantado todas y las admiro.Me parece que ha sido un gran viaje, un viaje enriquecedor.¡Felicidades!
Saludos de Consuelo, de México.