viernes, 16 de julio de 2010

Crónica 40: Egipto, nuestra tierra prometida

Bus y bici

Alineación al centroNuestras más sinceras disculpas por estar tanto tiempo sin publicar. El retraso se debe a una multitud de factores, que ya resumiremos en la última crónica, aún quedan tres: aquí va la primera.


Llegada en el ferry

Despertamos por la mañana en el puerto de la ciudad de Nuweiba, en la península del Sinaí. Hacía dos horas que el barco había arribado, pero la tripulación tuvo el detalle de dejarnos dormir sobre la moqueta de la mini-sala de ordenadores de pago que habíamos ocupado. Desembarcamos y formalizamos el visado y los trámites aduaneros. Desde el primer momento percibimos que estábamos en un país más cálido y menos hosco. La gente nos sonreía más, eran más amables en el trato y, en contra de las expectativas de un piloto Saudita que aseguraba que el 99% de los egipcios eran ladrones al embarcar en el puerto de Aqaba, no trataron de timarnos a la primera de cambio. Montamos las alforjas y salimos hacia Dahab, nuestro siguiente destino a aproximadamente 70 kilómetros.

David y Dan subiendo hacia Dahab

Los primeros 25 kilómetros consistieron en una subida gradual hasta los 800 msnm. Ahí descansamos a la sombra de un puesto de carretera regentado en ese momento por tres niños pastores. Ninguno pasaba de los 5, pero enseguida nos ofrecieron agua y té. Les compramos un par de botellas rellenadas por el doble del precio habitual y compartimos nuestra comida con ellos. Dan hablaba un poco de árabe y, a través de él, nos contaron que vivían detrás de una colina que se veía desde el puesto. Nos giramos y no logramos ver nada. Ahí no parecía haber nada. No había vegetación ni vida. El sol brillaba con fuerza y era un buen día para andar en bici. Era la primera vez que pedaleábamos con otra persona en ruta. Dan, ciclista inglés que habíamos conocido no tenía prisa así que se adaptó a nuestro ritmo pausado. La carretera se adentraba en las montañas desérticas que pueblan la zona costera de la península del Sinaí.

Un puesto en el camino para calmar la sed y el calor

Nos seguíamos preguntando de qué vivirían. A partir de ahí fue una bajada de 45 kilómetros hasta Dahab. Una delicia.




Tras el desgaste físico y mental que nos había supuesto Jordania, Dahab sería el lugar idóneo para descansar. Nos despedimos de Dan y buscamos un hostal barato.



Llegada a Dahab con Dan

Mar Rojo, Arabia Saudi de fondo

Dahab es un pueblo con dos partes claramente diferenciadas: el pueblo beduino de siempre y la zona turística. Su principal atractivo no está en tierra, sino en los corales del Mar Rojo accesibles a pie desde sus playas. Pasaríamos cuatro días en los que hicimos buceo, celebramos el 31 cumpleaños de David y efectuamos algún arreglo a las bicicletas.

El Blue Hole, sitio de buceo famoso por su belleza y peligrosidad

Con Mark y Caroline


Durante nuestra estancia conocimos a Mark y Caroline, dos amigos canadienses divertidísimos que estaban viajando por Egipto. Los dos pertenecían a esa generación que había conocido el “hippy trail” (la ruta hippie) de los 70 y 80 en la que los mochileros atravesaban Afganistán y Pakistán sin mayor problema para llegar a la India.

En Dahab nos topamos con el dilema de continuar por la costa hasta Sharm El Sheik y luego cruzar en ferry hasta Hurghada o atravesar hacia las montañas del Cairo. Intuimos que la opción más bella hubiera sido meternos por las montañas, pero ya estábamos cansados y preferimos ir por la costa. Sharm El Sheik era como un gran complejo de hoteles y apartamentos construido para grupos en paquetes turísticos. Nos quedamos una noche en el Albergue para Jóvenes y a la mañana siguiente fuimos a visitar el Parque Nacional Ras Muhammed.

En lugar del caro ferry, optamos por tomar el bus hasta Luxor. Decían que tardaba 18 horas en cubrir el trayecto, pero nosotros tardamos más de 24 horas. Éramos los únicos extranjeros en el bus y nos resultó imposible dormir con la película egipcia que pasaban una y otra vez a todo volumen y en la que no quedó vivo ni el apuntador. Los conductores paraban cada dos horas para fumar “shisha” religiosamente.

El bus nos dejo a 10 kilómetros de Luxor y nada más bajarnos tuvimos que lidiar con algún buscavidas que trató persuadirnos para ir al hotel del colega, en inglés los touts. El tout en cuestión era un indio que decía que había estado con su mujer visitando Luxor. Al principio incluso le creímos, pero el hecho de que hablará demasiado bien árabe nos hizo saltar las alarmas. Montamos las bicis y salimos hacia Luxor. La carretera pasaba por fértiles campos de cultivo que utilizan las aguas del Nilo por medio de un complicada red de canalización de aguas.


Faluca en el Nilo


La estrecha carretera pasaba por pequeñas aldeas, era viernes y se notaba. La gente se mostraba muy distendida, hombres y mujeres lucían sus mejores galas y los niños correteaban alegres aprovechando el día festivo. Al llegar a Luxor paramos a preguntar a unos locales por una calle. Apareció en ese momento una patrulla de la policía para cotillear. Los locales enseguida explicaron, casi temerosos, que estaban dándonos direcciones. La patrulla nos mandó seguirla, así que entramos escoltados hasta la puerta del hostal Oasis donde nos alojaríamos durante tres días.


El Nilo

Luxor, además de su interés histórico parece mantener el encanto de siempre, parece no haberse corrompido a pesar del turismo en masa que absorbe. La gente nos pareció cercana, amable y consciente de la importancia del legado que tienen.

El río Nilo divide los principales puntos de interés en Luxor. En la orilla Oeste se hallan los famosos Valles de los Reyes y de las Reinas, donde "enterraron" a los faraones y las reinas. Es decir, estaba dedicado a fines funerarios y la orilla oriental se ubican los famosos templos de Luxor y Karnak. La primera noche visitamos las ruinas del templo de Luxor.


Templo de Luxor de noche


Al día siguiente nos apuntamos a una excursión organizada por el hostal para visitar los Valles de los Reyes. Conducidos por una guía visitamos varias tumbas en diferentes sitios en los que, mientras tratábamos de acordarnos de lo aprendido en el colegio y aclararnos con los dioses, quedábamos admirados con las pinturas de los murales en las zonas funerarias. Da la impresión de haberse visto y estudiado hasta la saciedad, pero emana misterio en cada esquina. La guía nos contaba que en el Valle de los Reyes hay una tumba, cuyo nombre no recordamos, que permanece intacta ya que fue descubierta hace muy poco, pero que sólo abren a aquellos que estén dispuestos a pagar la friolera de 25.000 dólares; los japoneses parece que lo están, añadía.


Templo de Karnak (Luxor)


Tumba real en el Valle de los Reyes


En esa salida conoceríamos a una pareja: Maite y Bart. Ella de Baracaldo y él de California. Los dos llevaban tiempo en el Cairo estudiando árabe, nos pusieron al día de lo que era vivir en Egipto y enseguida conectamos. Ellos volvían esa noche a El Cairo y nosotros un poco más tarde, así que propusimos coincidir otra vez en la capital. En la misma excursión también conocimos a Christian, un australiano que estaba viajando y con el que también acabamos encontrándonos en Cairo.


Con Christian


Desde Luxor tomamos el tren nocturno hasta el Cairo. Dada nuestra condición de extranjeros nos fue imposible comprar un billete normal con los egipcios de a pie, así que, al final, acabamos compartiendo un vagón semivacío con un grupo de americanos, situación producto de la rígida protección que mantiene el gobierno egipcio del turismo tras los ataques sufridos en años anteriores.

Cairo nos gustó desde el minuto uno. Salimos de la estación y pedaleamos entre el caos hasta la Pensione Roma. Un hostal mítico ubicado en el centro, que al igual que muchas calles del propio Cairo, conserva el decorado, personal y ambiente belle epoque de los 70.



El primer día visitamos el caótico Museo Nacional que, a pesar de estar abarrotado de gente y ser un auténtico caos, resulta muy interesante y constituye una visita "obligada" para introducirse en el mundo de los faraones.


Museo Nacional de El Cairo


El Cairo, centro


Es verdad que Cairo es una ciudad con muchos atractivos turísticos, pero nosotros, cansados de hacer turismo y con la mente puesta en pasar de África a Europa sólo vimos las pirámides y pululamos por el bazar de Khan el Khalili. Una noche salimos a cenar con Maite y Bart, con los que pasamos una formidable velada. Más adelante Maite, periodista para EITB, nos ofrecería escribir un artículo sobre nuestro viaje y que más tarde se publicaría en el blog de eitb:


Con Maite y Bart


http://www.blogseitb.com/graffiti/2010/05/18/pedaleando-por-el-mundo/


Desde hacía tiempo que rondaba en nuestras mentes el deseo de llegar a Europa con un medio que no fuera el avión. No existían líneas de ferries que unieran Egipto con ningún puerto Europeo (ahora sí existe una línea que une Alejandría con Venecia), Libia estaba técnicamente cerrado y descartábamos volver por el camino andado y pasar por Turquía. Una opción era hacerlo en un barco privado. Es una alternativa factible y que, según habíamos oído hasta la fecha de boca de otros viajeros, era posible. Ya veníamos buscando un barco desde hacía un mes a través de Internet, pero ahora en Egipto, nos tocaba hacer el trabajo de campo, es decir ir a los puertos a preguntar.


Sabíamos que eran muchos los veleros privados que atraviesan el Canal de Suez en sus circunnavegaciones. En la entrada al canal desde el Mediterráneo se encuentra la ciudad portuaria de Port Said. Para conseguir un barco es difícil hacerlo por teléfono, es mejor personarse en los puertos, así que, sin pensarlo dos veces, tomamos el primer bus y tres horas después llegábamos a la ciudad de Port Said. Uno de los tramos del viaje discurre paralelo al propio canal de Suez, y desde la ventana era posible ver cómo petroleros gigantes parecían surcar las arenas del desierto.


Port Said es una ciudad que vive por y para el Canal. El primer taxista quiso timarnos, pues nos llevó al puerto donde había atracado un crucero gigante. Tras hacerse el loco, accedió a llevarnos hasta los ferries que unen las dos partes de la ciudad que separa la bocana del Canal. Desde el transbordador se veía el Puerto Deportivo, en el que sólo había dos veleros, uno pequeño y el que sin saberlo sería el que nos llevaría hasta Europa. Nos desilusionamos mucho al ver que sólo había dos barcos. Aún así, probamos suerte e intentamos acceder a la marina. El policía, vestido de estricto blanco, fue tajante: "You need a permit" (Necesitáis un permiso). Tras explicarnos que dicho permiso se conseguía justo de donde veníamos, volvimos a montarnos en uno de los transbordadores que cruzan continuamente la entrada del Canal sorteando el constante tráfico de barcos. Nos llevaron directamente al que parecía ser el jefe de la policía por los galones y la tripa que lucía.

Cuando le contamos nuestros deseo de entrar en el puerto para preguntar por algún barco rumbo a Europa, nos miró escéptico y nos dijo que conseguir un permiso para entrar en el puerto tardaría una semana. No es como entrar a ver los barcos de un puerto deportivo normal. Técnicamente sales del país. Bueno, pues nada, lo habíamos intentando, pensamos. -Esperad un momento- dijo. Cogió el teléfono, habló un minuto con alguien para hacer averiguaciones y nos dijo: -Hay un barco con rumbo a Gibraltar y Felix Maritime, agencia de barcos, es la que lo lleva, id a preguntarles a ellos.- Con la ilusión renovada, salimos presurosos hacia la agencia. Cuando llegamos, preguntamos por el barco, pero nadie parecía saber nada. Decían que no les sonaba la información, que ellos nos llamarían si encontraban algún barco que fuera a Europa dispuesto a acoger tripulación. Tras el jarro de agua fría, salimos y aprovechamos para pasear por la ciudad que esconde edificios de estilo francés de madera de la época de principios de siglo veinte levantados durante la construcción del Canal.

Los siguientes tres días estuvimos haciendo tiempo en el Cairo. Aprovechamos para visitar las Pirámides. Impresionantes, se alzan en medio del bullicio de Cairo. A pesar de la ligera claustrofobia de David, nos adentramos en las entrañas de una de ellas para ver lo que era la cámara funeraria. Pues era un receptáculo vacío con un sarcófago vacío sin ningún tipo de decoración. Las pirámides, después de las mastabas, fueron las primeras formas de enterramiento en la civilización egipcia. Más tarde, eso nos contaron, optaron por esconderlos en el interior de montañas y lugares secretos para poner freno al continuo saqueo que sufrían las ostentosas tumbas de los faraones a manos de sus sucesores reales.


Esfinge, pirámides al fondo


Ese día recibimos la llamada de la agencia marítima informándonos de que, efectivamente, había un velero con destino a Gibraltar atracado en el puerto al que habíamos intentado acceder. Bingo! A la mañana siguiente volvíamos a partir hacia Port Said para conocer al capitán. Antes del encuentro, Munsen, el jefe de la agencia que tramitaba el papeleo del barco, nos contaba que George, el capitán era especial, que tenía sus cosas. Como todo capitán de barco y como todo hijo de vecino pensamos. Nos presentamos a su llegada y le explicamos nuestro deseo de ir a Europa, le dijimos que nuestra experiencia de navegación era nula y que teníamos dos bicicletas. Nos miro de arriba a abajo, tras algunas preguntas, ojeó nuestros pasaportes y sin más preguntas dijo que estaba de acuerdo, que lo único que tendríamos que hacer era sería vigilar por la noche por si había barcos.

George, ingeniero naval de profesión que había zarpado hacía 15 años con su mujer a dar la vuelta al mundo, estaba de vuelta y quería salir cuanto antes hacia Gibraltar, buscaba tripulación para su barco de acero de 15 metros de eslora. Insistimos en el hecho de que no teníamos experiencia, -I will teach you-(os enseñaré), aseguró. Pedimos ver el barco. Esta vez pudimos entrar en el puerto deportivo, aunque sólo 5 minutos. El barco era grande, por dentro estaba relativamente ordenado pero estaba lleno de trastos, cartas de navegación, libros y revistas de viajes en velero por lugares exóticos. Era un barco con más de 20 años, con una pequeña fueraborda colgada de popa. Por dentro era muy espacioso. Había tres habitaciones, dos cuartos de baños, cocina y un hasta una zona de taller.

Salimos del barco con impresiones muy mezcladas. No sabíamos qué hacer, así que decidimos darle unas cuantas vueltas y avisarle con lo que sea desde el Cairo. Teníamos que valorar los pros y los contras. El "contra" principal era saber si con la edad que tenía estaba lo suficientemente capacitado para enseñarnos y llevarnos a buen puerto. Finalmente llamamos y dijimos que sí, que contaran con nosotros. Así que hicimos las “maletas” y, por tercera vez, nos montamos en el bus Cairo-Port Said.


Cruzando el canal en Port Said



Rellenamos las formalidades con la agencia marítima y embarcamos. Los primeros dos días los pasamos en puerto preparando el barco: comprando gasolina, víveres, terminando de arreglar algunos desperfectos, etc. Cada vez que salíamos con George a hacer la compra, temíamos por su vida. Montaba su bicicleta plegable y parecía ser inmune al concurrido trafico de la ciudad. Los coches y las personas tenían que esquivarle a cada paso y en más de una ocasión pensamos que nos quedábamos sin capitán antes de la salida. El destino no lo quiso porque el 12 de mayo amaneció completamente despejado y George nos dijo: We leave today...(Hoy zarpamos...).


Continuamos en la siguiente.


Un abrazo de

David y María

1 comentario:

Paips dijo...

Ya os ha costado!!! yo aqui en el curro mirando de vez en cuando si avanza este "nuestro" blog y lo unico q encontraba eran telarañas!!! ja ja ja

Como mola Egipt!!!

Un besaco!